Autoedición encubierta
En nuestra entrada anterior hablamos de los diferentes tipos de publicación que tienes a tu alcance. Hoy queremos ahondar un poco en la autoedición encubierta, para que cuando te presenten una oferta de estas características sepas, exactamente, lo que te están ofreciendo y puedas decidir si te conviene.
Para ello contamos con la ayuda de nuestro asesor legal, Javier Lacomba, que tiene unas palabras muy interesantes para que medites un poco sobre ellas. Os dejamos con él.
No, no estás firmando un contrato de edición
Muchas veces, en el tráfico jurídico, se le llama peras a lo que en realidad son manzanas y, en el peor de los casos, el asalariado trabaja gratis y encima le tiene que pagar el alquiler al amo.
Esto, que parece exagerado, es más común de lo que parece en la parte más oscura del mundo editorial.
Está claro que hay editores buenos, malos y regulares. Algunos pagan noches de hotel de cuatro estrellas a sus autores para que puedan asistir a una presentación (quién los pillara), y otros no se dignan ni a aportar un ejemplar de cortesía para la persona que tiene que presentar al escritor, porque el evento que han organizado ya les ha supuesto sus buenos duros.
El abanico es grande y variado, pero dentro del mismo hay un ejemplar mucho más peligroso, y acecha al escritor con ansia depredadora.
Es aquel que te asegura ser una editorial, sin serlo realmente. Aquel que no está editando tu obra, sino que te está prestando una serie de servicios editoriales, a cambio de un precio que, sin que seas en realidad consciente de ello, implica que tu obra está siendo autoeditada, no editada.
Editar y autoeditar son cosas bien distintas
No es que para ser editor haya que sacarse una carrera universitaria, ni un título.
Un editor es algo tan sencillo (y tan complejo a la vez) como un empresario que pone en marcha una serie de medios realizando inversiones económicas, con el fin de obtener un beneficio.
Pero, y he aquí lo que de verdad lo convierte en editor, esos medios (imprenta, corrección, etc.) son a su coste, no a costa del autor.
De hecho, los derechos de autor del escritor son, precisamente, la inversión «núcleo» de su actividad como empresario.
Por eso, el editor de verdad elige de forma tan cuidadosa el grupo de obras o de escritores que edita.
Porque se está jugando su inversión y, como todo empresario, tiene la legítima aspiración de obtener un beneficio por el riesgo que está corriendo al aportar su propio capital. Con énfasis en «propio capital».
Esa, y no otra, es la esencia, la causa, de un auténtico contrato de edición. No lo digo yo, lo dice la propia Ley de Propiedad Intelectual en su artículo 58, al proclamar:
Por el contrato de edición el autor o sus derechohabientes ceden al editor, mediante compensación económica, el derecho de reproducir su obra y el de distribuirla. El editor se obliga a realizar estas operaciones por su cuenta y riesgo en las condiciones pactadas y con sujeción a lo dispuesto en esta ley.
Por tanto, por mucho que te digan que eres el nuevo James Joyce, Stephen King, o J.D. Salinguer, no te engañes.
Si tienes que pagar para que te publiquen, no estás firmando un contrato de edición, sino de servicios editoriales.
Cuidado con las promesas
Contratar servicios editoriales puede ser una buena idea, porque existen magníficos profesionales que, con un precio justo, pueden editar de una manera excelente tu obra, de manera que, después, todos los beneficios van a recaer en ti. Pero será aún mejor si lo haces con pleno conocimiento de causa. Y lo será porque, en realidad, el editor, como hemos visto, serás tú.
Cuando un editor te pide dinero para sacar tu libro, te estás autoeditando y compartiendo con él tus beneficios, y a veces incluso le cedes los derechos de tu obra sin saberlo.
¿Y cómo pueden hacer esto?, te preguntarás. Pues jugando con tu ilusión. Son muchos los escritores noveles que, bajo la promesa de una presentación de su libro y una distribución difícilmente demostrable, firman encantados sus contratos sin detenerse a leerlos.
Cada empresario es libre de elegir el modelo de negocio que prefiere, pero, como usuario, a ti también te conviene conocer la diferencia entre uno y otro. Por eso nuestro principal consejo es muy claro. Antes de tomar una decisión, tienes que saber lo que estás firmando.
Ya has visto que no es oro todo lo que reluce. Y la cosa aún puede ser peor, como veremos en futuras entregas.
¿Has conocido algún caso similar al que retratamos? ¿Te acaban de hacer una oferta de la que tienes dudas? Nos gustaría conocer tu experiencia.
Saludos. Enhorabuena por el artículo.
Deciros que mi experiencia en la autoedición fue nefasta. Mala maquetación, imposible contactar con el «editor», tan solo contacté con quien supongo era una secretaria que al menos tuvo la decencia de atender mis llamadas. Imprimieron con una letra minúscula, tanto, que mucha gente que compró mi libro lo abandonó por incómodo que resultaba leerlo. Es decir, que no sabían ni maquetar. En la segunda parte de esta novela, fuí yo quien hizo todo el trabajo, y en lugar de volver a contratar con otra web de engaño, trabajé con una web de impresión digital, hicieron un trabajo perfecto, siguiendo mis deseos. A partir de entonces, y mientras no consiga un contrato editorial real, trabajo de este modo. Escribo, corrijo, maqueto, diseño mi portada y lo envió a imprimir. Vendo a quien quiero y aparte, lo autopublico en Amazon en formato digital. Soy más libre y consigo lo mismo sin tantos costes ni contratos. Un saludo.
Gracias por dejar tu comentario, Gerard. Por desgracia, conocemos muchos casos similares al tuyo. Es lo que nos ha llevado a querer llevar las cosas de otra manera. Cada uno puede dirigir su negocio como quiera, pero debería fijarse unos límites de honestidad y no engañar a sus clientes. Sobre todo si aspira a que vuelvan.
Nos alegramos de que al final hayas encontrado una fórmula válida para sacar adelante tus libros. Un saludo y esperamos seguir leyéndote por aquí.
Me parece bastante lamentable el articulo. De entrada, para editor sí se estudia, ya sea en una institución o por cuenta propia, y editar libros implica mucho más que solo arriesgar el propio dinero en imprimir un tiraje. No me extraña que con esta perspectiva simplista tantos autores se enganchen en los peores contratos de coedición sin saber siquiera qué implican.
Es cierto que en la autoedición existen muchos charlatanes pero por experiencia propia sé que por cada autor realmente estafado hay montones que no quieren asumir su responsabilidad pues ni siquiera se toman la molesta de leer los contratos o condiciones de los productos editoriales que adquieren, sin mencionar las expectativas poco realistas que albergan sobre la propia obra que además quieren materializar a lo grande y pagando lo mínimo necesario. Editar y vender un libro de manera satisfactoria requiere al menos un conocimiento básico sobre la industria editorial que la mayor parte de los autores independientes lamentablemente no están interesados en obtener así como un compromiso con la promoción de la obra que esperan que la editorial asuma, eso sí, generando la mayor cantidad de beneficios para ellos.
Buenas noches, E. A. A. Ante todo, muchas gracias por comentar.
Nos apena que no te haya gustado el artículo, porque estamos seguros de que esa apreciación se debe sobre todo a una ambigüedad semántica. Es verdad que se puede estudiar para editor en instituciones o por cuenta propia (del mismo modo que se puede hacer para ejercer de corrector, lector profesional o librero), pero no es menos cierto que, en España, muchos editores se han venido formando como autodidactas (de nuevo, igual que muchos ilustres correctores, lectores profesionales y libreros) y eso no les ha impedido descollar en su ámbito.
Quizá las cosas hayan sido así porque esos estudios suelen tener un precio bastante prohibitivo, o incluso puede que se deba más a nuestras muy particulares características nacionales, que darían para una respuesta mucho más larga de lo que pretendemos. Además, nos guste o no, en este país no se exige una formación universitaria, ni de ninguna otra índole, a la hora de conceder una licencia a los editores. Otra cosa es que dicha formación sea deseable y necesaria, desde un punto de vista más ideal que legal. Desde luego que lo es. De hecho, si uno pretende ser un buen editor, se acabará procurando el modo de obtener la mejor preparación posible, aunque sea pagándola de su bolsillo.
También llevas razón cuando dices que el enfoque del artículo peca un poco de simplista. Eso es responsabilidad exclusiva de los administradores de esta página. O sea, nosotros. Ten en cuenta que tenemos apenas un mes de vida y, sobre todo, tratamos de acercar una profesión compleja a todo tipo de público, con independencia de su grado de conocimiento previo. No es fácil condensar según qué cosas. De ahí que te haya podido parecer que el objetivo del autor era decir que “para ser editor no hace falta estudiar”. Sabemos que no era esa, ni mucho menos, su intención. Si te fijas bien, se trata más bien de decirles a los autores que tengan mucho cuidado con lo que firman, para que no se dejen enredar por esos contratos de coedición e incluso autoedición encubierta a los que tú misma aludes. En este sentido, creemos que el texto de Javier Lacomba tiene, como mínimo, una validez ética que lo eleva bastante por encima del nivel de lo lamentable. Tus opiniones al respecto nos hacen aventurar que es algo en que lo podríais estar de acuerdo.
En cuanto al tema de la actitud de los autores, al igual que ocurre con el de la formación de los editores, da por sí solo para una entrada. Tu comentario nos ha hecho ver que son dos cosas que debemos abordar más pronto que tarde, porque nos has dado una perspectiva muy de agradecer.
Por último, si estás interesada, nos gustaría ofrecerte este espacio como un foro abierto desde el que expresar tu opinión o compartir tu experiencia. Si quieres establecer contacto a través de nuestra dirección de correo, para nosotros será un placer atenderte.
Esperamos seguir leyéndote por aquí. Un cordial saludo.